lunes, 3 de abril de 2017

16:32



La entrevista a la afamada actriz y diva (mote que siempre le causaba risa) de los años 50 se concertó en una habitación del Hotel Pompidou en el centro histórico de la ciudad. Este escenario fastuoso serviría como una suerte de homenaje a las costumbres de antaño, para figurar en un terreno elegante que se rindiera a los pies de una dama cuyo porte se había pintado en blanco y negro en las pantallas de cine.
Jorge, el entrevistador, acomodaba su corbata de seda mientras leía las preguntas que había planeado de forma meticulosa para que aparecieran en su columna dominical. Dispuso que su asistente, Eugenia, pidiera té Earl Grey, limón y azúcar en cubos ya que había leído que la actriz acostumbraba pasar las tardes bebiendo té en compañía de su gato blanco, y respondiendo a las cartas que sus seguidores le seguían enviando para agradecer su presencia en las ensoñaciones de pantalla con las que se habían deleitado.
A las 16:30 en punto tocaron a la puerta. Jorge confirmó entonces la puntualidad de la diva mientras se levantaba, daba la señal a Eugenia de abrir la puerta y acomodaba de pie, frente al espejo, un rizo traicionero que había decidido no hacerle ver con la seriedad que el evento ameritaba.
Nunca supo si al abrirse la puerta la iluminación caía en una gracia divina o por la misma admiración que le profería hubiera visto a la mujer de las películas rodeada por un aura celestial.
Entró entonces a la habitación cubierta con joyas de diseñador y un abrigo de piel por demás ostentoso y a la última moda. Impregnó el ambiente con su perfume dulce, floral. Erguida, delgada, con el cabello suelto, castaño y brillante, sin muestra alguna del paso de los años. Sus ojos parecían amenazar y al mismo tiempo daban ganas de quedarse a vivir en ellos.
- Buenas tardes Sofia, adelante. Jorge Iris, un servidor. – Ella extendió la mano y Jorge no sabía si tomarla o besarla. Comenzó a quitarse el abrigo para entregarlo a una pequeña mujer con cara severa mientras observaba la habitación de arriba a abajo.
- Encantada Jorge. ¡Vaya! Mandaste traer orquídeas y ¿té Earl Grey?, me siento halagada. Espero no te moleste la presencia de Martina, mi asistente. Me acompaña a todas partes. -
- No, para nada, usted puede…
- ¿Y tú quién eres querida?
- Una disculpa señora, ella es Eugenia.
- Pues entonces estamos a mano. Cada quien trae a su observadora.
Jorge reía como quien fracasa en ocultar su nerviosismo. La invitó a sentarse, presionó el botón de la grabadora frente a él y sacó su pluma fuente y una libreta negra.
- Cuando guste comenzamos.
- Yo siempre estoy lista querido. Aparte has apretado el botón del aparato ese como si ya hubieras dado pie a que inicie la función. Pero bien, antes de que preguntes cualquier cosa, ¿qué pretendes con esta entrevista?, ya me han hecho tantas…
- Sin afán de sonar como un soberbio, me gustaría narrar su vida con mi tinta y su voz.
- Muy bien querido. Antes de que empecemos, veo que has hecho de todo para halagarme. Las flores, el té, tu bonita corbata de seda y hasta escribirás con una Mont Blanc Ellegance. ¿Me permites observarla?, hace mucho que no he tenido el gusto de tener una en mis manos y me llama la atención que un jovencito como tú sea dueño de una. Habrán cambiado mucho los sueldos de los periodistas a últimas fechas.
Jorge palideció y comenzó a sudar mientras acercaba la pluma a la gran actriz. Sofía la tomó con su mano derecha, la acercó a su rostro y después la colocó en su palma, que movió de arriba a abajo, como pesándola. La colocó en la mesita frente a ella y se levantó como un resorte.
-       Martina, el abrigo. Creo que entiendes querido que tendré que retirarme. Agradezco las molestias que te tomaste. Será en otro momento.
-       Pero Sofía…
Eugenia notó la mirada inquisidora de la actriz antes de que cerrara la puerta tras de sí. Jorge se derribó en el asiento, ocultando su rostro, avergonzado.
-       ¿Qué acaba de pasar, Jorge? No entiendo nada.
-       ¡Ay Eugenia! Cometí el error de decirle que quería narrar su vida con mi tinta y su voz.
-       ¿Y?
-       ¿Qué credibilidad puede tener mi tinta si es una pluma pirata?



1 comentario: