Carmen consternada se
abanica el aire caliente, sentada en la mesedora en la entrada de su casa, como
todas las tardes, aunque ahora leía con avidez, el boletin del pueblo:
El
día de ayer a las 15:30 hrs, la policia municipal encontró en Llano Claro a dos
sospechosos que se presumen responsables de la masacre ocurrida el pasado
sábado en la casa habitación del clérigo de Puente Chico. La fuerza policiaca
se vió en la necesidad de frenar con mano dura a la multitud que pretendía linchar
a golpes a los presuntos culpables del asesinato del cura Teodoncio Miranda y
su monaguillo Laureano Rosales. Los detenidos han rendido su declaración y se
espera pronta resolución en juicio. Una multitud enardecida en Puente Chico
espera la sentencia en las afueras del Palacio Municipal.
Deja el boletín a un lado y bebe agua de guayaba; levantando
la vista al cielo y mueve la cabeza de lado a lado ante lo atroz de la lectura.
Todos en el pueblo habian perdido el sueño ante semejante atrocidad. Si bien,
Puente Chico tenía fama de haber sido tierra de matones, jamás en su historia
se había cometido una ofensa similar. Había sido un crimen con saña, con
desparpajo, con voluntad de terrorismo. Se comentaba que el sábado en la
madrugada habían entrado a la casa clerical para robar algunas joyas y el
dinero de las limosnas. Lo que nadie podia entender era el dolo con el que los
asesinos (se argumentaba que era mas de uno por la fuerza y planeación de los
impactos) habían decidido, por ambición, satanismo o inconformidad, acuchillar
como cerdos a los representantes de Dios en el pueblo.
Carmen escucha a lo lejos los gritos de los parroquianos
exigiendo justicia. Levanta la mirada y a lo lejos ve cómo Sagrario, su
comadre, se dirige hacia ella vestida de luto, impecable, levantando el paso
como si huyera de algo o alguien.
- Ay comadre, vengo corre y corre. – menciona con su típica
voz de angustia engolada, Sagrario.
- Si ya vi comadre. Yo estaba aqui leyendo esto de lo que
pasó el sábado. Todavía no lo puedo creer. Es que no hay humanidad. Viera todo
esto mi mamacita, que en paz descanse y se vuelve a morir. –
La comadre baja la mirada mientras se abanica. Para ella, la
tragedia fue un golpe de incalculable sufrimiento. La pobrecita era quien les
hacía de comer todos los días.
- Oiga comadre. Vamos adentro. Vengo a platicar con usted
pero me da desconfianza acá afuera. Ya todo me da desconfianza.
Carmen y Sagrario entran y cierran el portón. Así, con las
ventanas de madera ocultando los rayos del Sol, hacía falta prender la luz.
- Qué venía a contarme comadre. – dijo la dueña de la casa,
de pie, con el vaso en la mano.
- Siéntese comadrita. Yo aqui, ya sabe, que vengo a
incomodarla. Es que no sabe usted como desde el sábado que ocurrió la tragedia
he tenido unos pensamientos terribles que ameritan confesión y pues no hay
quien la escuche a una. Mire, fijese que el viernes por la noche, se me pasó
avisarle al padre Teodoncio que el sábado por la mañana iba a venir mi hija de
visita y no me iba a alcanzar el tiempo para llevarles el desayuno. En fin, que
me atrevo a tocar ya como a la una a la casa y pues nadie me abre ¿verdad?,
entonces me meto con la charola con las enmoladas. El cura me había dado llave
para momentos como ese. Bueno, pues ¿qué cree comadre?, yo no lo podia creer.
Ahí, en el suelo de la sala de estar beso y beso el cura y Laureanito. – Carmen
se desliza al sillon sin poder robar aliento para una palabra. – Pues ahi
comadre, ahí me entró mucha rabia, mucho asco y que me da por ser la mano del
señor y hacer justicia divina. Esos… pu…ercos eran el Diablo disfrazado de
bondad. Que saco el cuchillo y pa pronto le doy al padre en la espalda dos,
tres, cinco, no se cuantos y Laureanito ahi arrinconandose como queriendo irse
¿verdad? y que me le aviento y le doy sus piquetes, como para picarle el alma.
Ya después, me sentí bien mal pero pues no iba a ser yo la que pagara por sus
porquerias, entonces que me llevo unos cubiertos y unos candelabros para que
pensaran que los robaron. Yo se Carmencita, ya vi tu cara de medio muerta, yo
se que no estuvo bien pero es que me ardió el pecho de ver tanto pecado. Desde
el sábado en la madrugada me lo ando callando y me urgía confesarme. – La
habitación se decoró de silencio, incomodidad y sollozos frios y secos.
- Sagrario. –
- ¿Qué pasó comadre? –
- ¿Los candelabras son esos de oro que siempre me gustaron?
- Si comadre.
- ¿Ya oyó que tienen arrestados a los sospechosos?
César
Baqueiro enero 2017
Buenísimooooo!
ResponderEliminarBuenísimooooo!
ResponderEliminarJajaja. Súper bien. Sólo sugiero revises los acentos, faltan varios en algunos párrafos.
ResponderEliminarIncomoda situacion, pero refleja muy bien la postura del ser humano ante desiciones comprometedoras a sacar un beneficio de algo inevitable.
ResponderEliminarCesar sigue adelante te Felicito !!!
Incomoda situacion, pero refleja muy bien la postura del ser humano ante desiciones comprometedoras a sacar un beneficio de algo inevitable.
ResponderEliminarCesar sigue adelante te Felicito !!!
Los candelabros son esos de oro que siempre me gustaron? Jajajajajajja me encantooooo
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