jueves, 28 de abril de 2011

De psicólogo, cuentista y loco...

Esta es una de esas cosas que he querido hacer por mucho tiempo pero que mi ajetreada agenda de ocio, vicio, perdición y estudio ocasional no me había permitido realizar. Para los que ya me conocen no les sorprenderá leer que una de mis pasiones es la escritura, de hecho, hace unos años publiqué un libro que lleva por nombre “El Cuentista” (disponible y a la venta si se contactan conmigo). El Cuentista fue como un arma de dos filos ya que por un lado, uno de mis sueños desde la infancia se realizó y por otro, decidí (no sé si consciente o inconscientemente) recostarme en mis laureles (¡Total!, ¿no lo dice el mundo? Planta un árbol, ten un hijo y escribe un libro).
De forma ocasional y a falta de una disciplina férrea, sigo escribiendo en un pequeño cuaderno mis comentarios, pequeñas historias y vivencias, pero sigue palpitando en mi frente esa vena creativa que por tanto tiempo he ignorado y a falta de uso siento que ha dejado de latir.  Las redes sociales han servido en pocos caracteres de igual forma (aunque debo reconocer que tanto en Facebook como en Twitter saco más mi lado bufón y adolescente, que el profundo).
La filosofía de vida que me caracteriza, o que mejor me sirve, es pensar que vinimos a este mundo a aprender y para aprender hay que conocerse. A mis 26 años llevo ya una carrera extenuante por esa búsqueda de identidad y crecimiento. Esto me llevo a otra de mis grandes pasiones en la vida: el estudio de la mente. La psicología ha servido los últimos años de catalizador de ciertas emociones y como una guía científica y filosófica de todo aquello que no logro entender y que busco como si de un elíxir mágico se tratara.
Hace poco, comenzaron a ocurrir una serie de cambios en mi vida. Mi lugar de confort, en casi todos los sentidos, decidió opacarse y cambiar. Parecía que estaba viviendo una revolución en la cual los guerrilleros terminarían siendo mis propios miedos.  Así, en medio de una serie de mutaciones y metamorfosis, parecía que el único control auténtico era el control remoto de la televisión (mi caja, mi vicio, mi pesadilla), misma que por momentos, ahuyentaba mis pensamientos; esos pensamientos que llevan a cualquiera a lidiar con el cambio.  La gente piensa que al ser psicólogo, de inmediato se resuelven los problemas emocionales y te transformas en una especie de analista de la humanidad, con el temple para salir de cualquier tropiezo. Me insulta, como psicólogo, pensar eso, porque en otras palabras, te están diciendo “autómata” o que dejaste de “ser humano”.
 En lo personal, acepto mi neurosis, mi acidez lingüística, ironía, sarcasmo, la desidia (mi enemiga), mi pasión por las diversas formas de arte, mi tolerancia a las ideas de otros, mi intolerancia a la estupidez, la a veces inconsciente soberbia, los rincones perversos y narcisistas de mi mente y el mentiroso nato que defiende sus mentiras en los cuentos y penaliza las mentiras en los hechos.
Soy crítico, incisivo y en ocasiones chusco. A veces poeta, a veces loco.
Espero que este espacio, a modo de catarsis y sublimación funja como un diván que empolvé hace tiempo y que deseo reacomodar en mi espacio para aprender, quizá, un poco más sobre la vida.
¡Ah! Pero no me gusta hacerlo solo, espero me acompañen.