lunes, 2 de mayo de 2011

Evangelio Surrealista

Si nos viera Dalí desde su paraíso surrealista, desearía volver a nacer pero no en un lápiz o un pincel sino en una persona de carne y hueso para poder experimentar lo que es vivir en una de sus obras.
Respeto a la gente que decide enloquecer o hacer de su locura un espectáculo, sin embargo, de un tiempo para acá pareciera que esos mismos que he llegado a respetar por su valentía, nos quieren meter en su delirio como el hombre del costal. Las noticias en la actualidad giran en torno a la violencia, el narcotráfico, los cambios climáticos y sus repercusiones, la venganza de la madre naturaleza, la ruina de las celebridades del mundo pop, la boda real, la beatificación del papa y la muerte de Osama.
¿Qué pensarían de un libro o una película que involucrara todas esas aristas revueltas?
Ficha técnica
Película: Fin de semana de Locos (título original: “The surreal apocaliptic shit”)
Año: 2011
País: una co-producción globalizada
Sinopsis: Un cantante de pop presuntamente culpable de abusar sexualmente de una adolescente emo, es secuestrado por una banda de narcotraficantes. Para lograr escapar, reza al beato Juan Pablo II que le cumpla el milagro de que tiemble la tierra y se trague a los maleantes, esto lleva a que de paso muera el terrorista Bin Laden. Todo esto, en tiempo real, a las 3 de la mañana, el día de la boda del príncipe William y Kate, la Cenicienta moderna. ¿Se salvará?
A excepción de los anacronismos que plantea mi sinopsis surrealista, todos los datos que se ofrecen son reales y es esto a lo que yo le llamo “confusión postmoderna”.
A diestra y siniestra, como si de un acto terrorista se tratara, nos bombardean en la televisión, la radio y el cine principalmente, con la idea de un apocalipsis eminente y a corto plazo. A mí me gusta pensar que dadas las circunstancias psico – biológico – sociales que estamos viviendo, tanto el ambiente, quizá Dios (o lo que se le parezca) y las personas, nos estamos volviendo más y más creativos, cuestión que no solo me coloca en la postura de optimista en estado máximo de negación. La verdad, todos mis miedos apocalípticos se presentaron de forma sobrada cuando niño, así que ahora ya no me sorprende.
Tenía unos 8 o 10 años cuando llegó a casa una señora que ayudaría a Claudia, la chica que trabajaba en esa época en mi casa, a planchar la ropa. Su nombre era Asunción (como si en el nombre llevara la penitencia) y debo reconocer que, al principio, sus visitas semanales eran un oasis para la rutina, ya que platicaba con ella, nos guisaba albóndigas y de vez en cuando llevaba a su hijo a jugar con mis hermanos y conmigo.  El tiempo pasó y comencé a notarla extraña, con un seño fruncido que indicaba un juicio al comportamiento en conjunto de mi familia. Poco tiempo después me enteré que “Cristo había entrado a su vida”.
¿A qué se refería la gente con eso? En el catecismo siempre me crearon la paranoia de que Dios estaba en todas partes y como él lo veía todo y estaba en todo, debía portarme bien, así que nunca llegué a entender eso de “la entrada de Cristo”, pero en fin, el chiste es que cambió todo.
Cualquier actividad que realizaba tenía que ver con Cristo. Si ponía algo de música en la radio no había de otra, o era de Dios o era del diablo. Mis padres o incluso el catecismo, jamás me dejaron muy claro como de qué la rolaba ese tal diablo, así que la dicotomía “o Dios o el diablo” no me afectaba en lo más mínimo. Hasta que, claro, Asunción me habló del diablo, de SU diablo, del infierno y para rematar, del Apocalipsis.
-          Caerán llamaradas de fuego, la Luna sangrará y el mundo entrará en tinieblas…-
-          ¿Cómo es eso?  - Preguntaba yo.
-          Todo estará obscuro. Ni siquiera tu mano podrás verla, a menos que enciendas una vela bendecida por Cristo -  decía ella, como poseída por un éxtasis muy extraño.
-          ¿Y dónde se compran esas velas?
-          En mi congregación. Deberías venir un día, si te quieres salvar, claro está. La gente en las calles será atormentada por los demonios y no podrás dejar pasar a nadie a tu casa, ni siquiera a tus padres ya que Satanás puede engañarte. Lo único que podrás hacer será rezar, y arrepentirte de tus pecados.
-          ¿No sería más fácil decirle a mis papás que fueran también a su congregación?
-          No, ya les dije y no quieren, pero tú aún puedes salvarte.
-          ¿Cómo se arrepiente uno de sus pecados? – preguntaba yo, a esas alturas de la plática con los brazos abrazando mis piernas y meciéndome de atrás para adelante.
-          Aceptando a Cristo en tu corazón y llorando, llorando mucho.
La señora Asunción se fue tiempo después por algunas enfermedad grave, sin embargo, su presencia en mi mente se quedó por mucho, mucho tiempo. Todo me daba miedo y culpa y cualquier noticia en la televisión, que se me antojaba alarmante, tenía que ver con el “día final”. El 11 de septiembre del 2001 ya fue el colmo. Yo tenía 16 años y el miedo, cómplice de la culpa que sentía por siquiera pensar lo que pensaba (asuntos sexuales), me atormentaron psicológicamente. No recuerdo cuánto tiempo tuvo que pasar para que pudiera recordar esas horribles imágenes de mi infancia como simples cuentos de terror. Me convencí a mi mismo que el mundo estaba de atar y,  quizá, por esa defensa, ahora todo lo veo surrealista, no apocalíptico. Tiendo a verlo todo con tintes sarcásticos y humor negro, a fin de cuentas, todo es un proceso.
Así que ¿a mí que me importa que los mayas nos dieran fecha límite para el 2012?, los mayas ni siquiera conocieron al Dios de la señora Asunción, así que no nos irá tan mal. Aparte, seguro en el cielo surrealista que existe en mi cabeza, están deliberando darnos un rato más. Es que somos re divertidos.

jueves, 28 de abril de 2011

De psicólogo, cuentista y loco...

Esta es una de esas cosas que he querido hacer por mucho tiempo pero que mi ajetreada agenda de ocio, vicio, perdición y estudio ocasional no me había permitido realizar. Para los que ya me conocen no les sorprenderá leer que una de mis pasiones es la escritura, de hecho, hace unos años publiqué un libro que lleva por nombre “El Cuentista” (disponible y a la venta si se contactan conmigo). El Cuentista fue como un arma de dos filos ya que por un lado, uno de mis sueños desde la infancia se realizó y por otro, decidí (no sé si consciente o inconscientemente) recostarme en mis laureles (¡Total!, ¿no lo dice el mundo? Planta un árbol, ten un hijo y escribe un libro).
De forma ocasional y a falta de una disciplina férrea, sigo escribiendo en un pequeño cuaderno mis comentarios, pequeñas historias y vivencias, pero sigue palpitando en mi frente esa vena creativa que por tanto tiempo he ignorado y a falta de uso siento que ha dejado de latir.  Las redes sociales han servido en pocos caracteres de igual forma (aunque debo reconocer que tanto en Facebook como en Twitter saco más mi lado bufón y adolescente, que el profundo).
La filosofía de vida que me caracteriza, o que mejor me sirve, es pensar que vinimos a este mundo a aprender y para aprender hay que conocerse. A mis 26 años llevo ya una carrera extenuante por esa búsqueda de identidad y crecimiento. Esto me llevo a otra de mis grandes pasiones en la vida: el estudio de la mente. La psicología ha servido los últimos años de catalizador de ciertas emociones y como una guía científica y filosófica de todo aquello que no logro entender y que busco como si de un elíxir mágico se tratara.
Hace poco, comenzaron a ocurrir una serie de cambios en mi vida. Mi lugar de confort, en casi todos los sentidos, decidió opacarse y cambiar. Parecía que estaba viviendo una revolución en la cual los guerrilleros terminarían siendo mis propios miedos.  Así, en medio de una serie de mutaciones y metamorfosis, parecía que el único control auténtico era el control remoto de la televisión (mi caja, mi vicio, mi pesadilla), misma que por momentos, ahuyentaba mis pensamientos; esos pensamientos que llevan a cualquiera a lidiar con el cambio.  La gente piensa que al ser psicólogo, de inmediato se resuelven los problemas emocionales y te transformas en una especie de analista de la humanidad, con el temple para salir de cualquier tropiezo. Me insulta, como psicólogo, pensar eso, porque en otras palabras, te están diciendo “autómata” o que dejaste de “ser humano”.
 En lo personal, acepto mi neurosis, mi acidez lingüística, ironía, sarcasmo, la desidia (mi enemiga), mi pasión por las diversas formas de arte, mi tolerancia a las ideas de otros, mi intolerancia a la estupidez, la a veces inconsciente soberbia, los rincones perversos y narcisistas de mi mente y el mentiroso nato que defiende sus mentiras en los cuentos y penaliza las mentiras en los hechos.
Soy crítico, incisivo y en ocasiones chusco. A veces poeta, a veces loco.
Espero que este espacio, a modo de catarsis y sublimación funja como un diván que empolvé hace tiempo y que deseo reacomodar en mi espacio para aprender, quizá, un poco más sobre la vida.
¡Ah! Pero no me gusta hacerlo solo, espero me acompañen.